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          Bailarina
          Betún 
            y barniz sobre cartulina. 65 x 50 cm. h. 1965
          Colección 
            particular
          José 
            María Párraga conservó siempre en su casa, con 
            un cariño muy especial, dos obras de las que con frecuencia 
            alardeó, realizadas en 1965 (La 
            Verdad. 23- IX-1990), 
            que había pintado con "betún de los zapatos".
          Ésta 
            es la tercera que hemos encontrado en la que utiliza un procedimiento 
            tan inusual. 
          El tema 
            es aquí lo de menos; el pigmento, el betún en este caso, 
            es el protagonista indiscutible. Mezclado con barniz sintético, 
            consigue matizar los distintos tonos diluyendo más o menos 
            cantidad de colorante. Además, el barniz fija un material tan 
            graso, evitando su dispersión en el soporte.
          Como vemos 
            en otros ejemplos, la línea no tiene sentido aquí, no 
            aportaría nada. Por prescindir, llega incluso a eliminar en 
            los otros casos una de sus señas de identidad: los ojos (ver). 
            Aquí, en cambio, marca mediante un sutil esgrafiado los rasgos 
            esenciales del rostro. 
          Aunque 
            parezca una obra impulsiva, encontramos una ordenación clásica 
            del espacio, a la que recurría con tanta frecuencia: la llamada 
            ley de los tercios. Por eso coloca el árbol justo en el eje 
            vertical derecho, para contrarrestar la potente figura de la franja 
            contraria. La división horizontal es también evidente.
          Como si 
            se tratara del muralista románico de San Baudelio de Berlanga, 
            Párraga opta por una concepción bidimensional del espacio, 
            elimina cualquier referencia espacial que permita contextualizar, 
            -el paisaje se reduce a un simple árbol y al disco solar-, 
            y hace uso de su característico gigantismo, en este caso alargando 
            la figura: la desproporción habitual que José Ballester 
            llamaba "paradójica belleza 
            de lo feo".
          El año 
            1964, García Martínez, ante una de sus polémicas 
            exposiciones de la época le pregunta:
          " 
            - ¿Gustarán tus cuadros?
           
            - No creo." 
            (La 
            Verdad. 12- XI-1964)
           
          