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Roxana
con granadas.
Esmalte
sintético sobre tabla. h. 1990
Colección
particular
"1990
ha sido uno de los mejores años vividos por el pintor. "Quedé
muy contento con la exposición de San Esteban, y la llegada
de mi hijo me ha descubierto otra vez un mundo que ya tenía
olvidado [...] Y no me importa que me digan que me he vuelto sensiblero
a mis años...""
(Diario
La Verdad, 5-II-1991)
Esta
entrevista concedida a Antonio Arco desvela un cambio radical en la
trayectoria de Párraga que, lógicamente, es apreciable
en su producción:
Decide
profundizar en el color, dejando a un lado el dibujo, emplea con más
frecuencia que antes los esmaltes sintéticos, más incómodos
y lentos de aplicar pero más resistentes y brillantes, pero
sobre todo recupera las líneas suaves que transmiten la serenidad
reconquistada.
Fiel
siempre a su estilo reconocible, siente en estos momentos la necesidad
de retratar a sus seres queridos. El retrato es un tema que no encajaba
muy bien en su personalísima manera de interpretar la realidad,
pero ahora se esfuerza por incorporarlo a su repertorio.
Por
supuesto, Párraga no pretende reproducir mecánicamente
la fisonomía del personaje: interpreta los rasgos según
su propia sensibilidad.
En
este caso capta a su esposa en un formato muy clásico, en "tres
cuartos", y trata de centrar la atención en el rostro,
pero equilibra la composición incorporando en la parte inferior
derecha una poderosa mano que sostiene dos granadas, fruta que aporta
una fuerte carga simbólica. Hay que tener presente que, entre
otros muchos significados, la granada se ha identificado con el amor,
la fertilidad, la prosperidad...
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